Parte III de III
Después de la Segunda
Guerra Mundial, lo aliados diseñaron un Tribunal Militar Internacional para
juzgar a los jefes nazis, este juicio arrojó verdades políticas y psicológicas,
al conocerse los crímenes contra la población civil por racismo o como
consecuencia de la dominación de sus países. Este episodio es más conocido como
los Juicios de Núremberg, contra 24 de los principales dirigentes nazis,
sustentado en la Carta de Londres. Unos
700 nazis aproximadamente fueron condenados a la muerte, prisión o cadena
perpetua. Cuatro fueron las acusaciones crímenes contra la paz, crímenes contra
la humanidad, crímenes de guerra y conjura.
Lo sorprendente de este
hecho es que ninguno mostró arrepentimiento, se escudaron en la obediencia o en
la causa de defender al pueblo alemán de los judíos. Interrogando a Rudolf
Höss, Comandante en Jefe del Campo de Concentración de Auschwitz, sobre cuántas
personas habían sido ejecutadas, respondió: “el
número exacto es difícil de determinarlo. Yo calculo que alrededor de dos
millones y medio de judíos…yo recibía órdenes personales de Himmler…las razones
que me daba….las tenía que aceptar…pensaba que estaba haciendo lo correcto,
obedecía órdenes…” (Goldensohn, 2004). Fritz Sauckel,
encargado del reclutamiento de la mano de obra extranjera en Alemania, repitió
ante los reiterados cuestionamientos en torno al holocausto que solo era un
funcionario que obedecía órdenes (Overy, 2003). Herman Göring,
refiriéndose a la actitud de Hittler,
dijo: “en el último año de la guerra; a sus ojos, una vida humana ya no
tenía ningún valor”.
La obediencia deja de
ser una virtud, cuando sus resultados exterminan la dignidad de la persona
humana; no pudiendo justificarse con ella la falta responsabilidad individual
en los resultados de un acto. Las causas políticas tienen límites, y es el
respeto a la dignidad de la persona humana. Los autoritarismos y totalitarismos
han tenido de origen o en su proceso un fuerte respaldo popular; porque son
fenómenos sistémicos y estructurales. Los estados totalitarios, autoritarios o
hegemónicos cumplen sus objetivos porque en ellos trabajan miles o millones de
seres humanos (URSS-China).
El PRI como estado
hegemónico y presidencialismo exacerbado despertó simpatías, tiene
defensores muy satisfechos de su credo. ¿Por qué el PRI siendo un modelo de
gobierno ineficaz y corrupto tiene adeptos? Un poco sustentado en los
interrogatorios en el Tribunal Internacional Militar de Núremberg y revisado el
Juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, desde la óptica de Hanna Arendt; hay que
rescatar algunas el fenómeno de la “obediencia” como un elemento psicológico
que motiva la voluntad de muchos votantes priistas.
¿Es factible que un ser
humano común por obediencia puede ocasionar un mal a sus semejantes?, ¿Hittler,
Himmler, Göbblels, Eichmann y Rudolf Höss son casos excepcionales o todos potencialmente
por “obedecer” podemos llegar a inimaginables actos? Stanley Milgram, explica:
“Monté un simple experimento en
la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano
corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento
científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de
los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las
víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad
subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de
aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el
principal descubrimiento del estudio. (…) durante el
experimento se pidió a 40 expertos que predijeran la reacción de los sujetos,
estimaron que la mayoría no pasaría de los 150 voltios, y que sólo uno de cada
mil, el sádico, llegaría a los 450 voltios. En realidad dos tercios de los
sujetos llegaron hasta el final”.
La obediencia es
peligrosa, no fue el nazismo un caso de excepción, corroboran este hecho los
regímenes totalitarios y autoritarios, que mantienen denigrada la condición
humana de sus pueblos. Desee la opresión infringida por la burocracia al
gobernante hasta el holocausto instrumentado en la obediencia, son la escala de
un mismo fenómeno donde la “férrea autoridad se impone a los
imperativos morales de los sujetos”.
La subcultura priistas
tiene como uno de sus valores fundacionales y existenciales la obediencia al
poderoso del momento. El presidencialismo con una excesiva concentración del
poder jurídico, político y fáctico, funcionó por la obediencia de las
camarillas y al Partido de Estado (PRI) se le atemperó su “vitalidad política”
en nombre de la disciplina.
La sabiduría política
popular en el PRI, tiene frases muy ilustrativas: “el que manda, ¡manda!, y si se equivoca vuelve a mandar”, “regla uno, el
presidente siempre tiene la razón, regla dos en caso de duda se estará a lo que diga el presidente”, “ver, oír y
callar”, “lo lagartos no vuelan, -pero el presidente dijo que sí vuelan-, bueno
es que vuelan bajito” y muchas
otras.
El voto priista tiene
un perfil característico:
1.
No tienen conciencia aunque sí
conocimiento del mal. La corrupción es tolerada, los asesinatos justificados,
la impunidad promovida, el desvío de recursos ignorado, las crisis económicas
son una fatalidad del destino y aceptan y defienden el modelo de ejercer en el
poder. El priistas de todos los niveles descansa su preferencia en su confort
inmediato.
2.
Me voy cuando sufre el mal (tránsfugas).
Al salir del estado de confort y experimentar en sus propias existencias la injusticia
del régimen, transitan del conocimiento a la conciencia. Todo se justifica
mientras se está dentro del círculo de los beneficiados, pero la marginación
hace reflexionar e incluso, se asimila como injusto. Hay que ser “disciplinado”
al grado de la humillación, pero cuando se renuncia a este “regla” solo queda irse.
3.
Costumbre, consecuencia de un proceso de
culturización. El PRI promueve al PRI, no hay objetividad de acción
gubernamental sino una marcada manipulación diaria y cotidiana. El remedio es
la superación intelectual, política y humana, y esto incrementa la posibilidad
de abandonar al PRI.
4.
Permanencia por beneficios económicos
directos como el empleo en la administración pública, proveedor, contratista de
gobiernos de extracción priista.
5.
Amistad unilateral, en la cual el
padrino o el poderoso del momento tiene muchos derechos y el integrante de
camarilla o simpatizante las obligaciones, estableciendo una dependencia
similar a las de súbditos deseos de la “gracia del rey”.
6.
Obediencia. En las burocracias es donde
se acentúa esta preferencia por el PRI, asocian la transición con la pérdida de
empleo o una caída en sus calidades de vida. El cambio genera temor, y se
prefiere el costumbrismo.
7.
Por renuncia intelectual a la verdad,
por conveniencia personal o cooptación. Es una autocensura, porque se evade u
omiten reflexiones para no afectar al poderoso en turno.
8.
Por beneficios personales como un
estatus social o vínculos económicos. La pertenencia a círculos sociales o
económicos, asumidos como un estilo de vida.
9.
Por integrar la estructura burocrática
sindical del estado hegemónico o de los caciques. El chantaje por obtener una
plaza o por el ascenso, verdaderamente un prostitución de la lucha obrera.
Líderes sindicales que se dan vida de magnates en contraposición a una clase
trabajadora sometida al pago de cuotas, con precarios servicios de seguridad
social, faltos de créditos para vivienda y mejores condiciones laborales.
10.
Influencia familiar, porque durante
varias generaciones han militado en el PRI, obteniendo beneficios económicos y
políticos, lo que se denomina “La
Familia Revolucionaria”. Hasta la década de los 80 un estudio refería que
era unas 250 familias en todo el país. Todos los partidos políticos padecen el
empoderamiento de familias dentro de sus estructuras de control e influencia.
11.
Híbrido ideológico. La debilidad
ideológica política es la fortaleza de la inclusión sin compromiso específico,
el PRI ha mudado de ideología sexenalmente y en relación a la conducción de los
gobiernos estatales prevalece el pragmatismo político.
12.
Muchos votantes no asimilan la
estructura gobernante como sistema de inercias, confundiendo el cambio sexenal
o de trienio, como un “cambio” de sistema, cuando en realidad es de un persona
formada y empoderada por la tradición política que le da razón de ser a ese
“sistema”.
Dejar de votar por el PRI o salirse de
él, es una superación política y psicológica, es una maduración de intelecto.
No quiero decir con esto que los otros partido no tengas amplios espacios donde
pueden ser cuestionados, es un hecho que los tiene y además han cometido
errores graves; pero la diferencia es que el PRI es un partido conservador de
privilegios y su proceso histórico acredita acciones desleales a México como la
deuda externa y en la actualidad ese “psicología” de ejercer el poder es la
misma. El país cambió, pero el PRI no. Una parte del electorado cambio pero
hay otra, que no quiere. En la media que el PRI vaya siendo derrotado en las entidades
federativas y en la fuerza legislativa en el senado y la cámara de diputados, el
país experimentará cambios sustanciales benéficos. El PRI se ha mantenido por la
trampa (1988), el engaño (presidencialismo), la corrupción (Alemán, Durazo, Moreira,
López Portillo), por la fuerza (Calles, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, De
la Madrid).
La deuda externa, bastaría para nunca más
volver a votar por PRI, porque en unos años –ni siquiera un sexenio- la irresponsable
osadía de López Portillo, comprometió la economía del país durante generaciones.
El endeudamiento es un icono o sello característicos de los gobiernos priistas.
¿En que nos tenemos que sustentar en los
hechos de los priistas o en el sufrimiento del pueblo de México bajo sus
regímenes? Montesquie, dijo: “Cualquier injusticia contra una sola
persona representa una amenaza hacia todas la demás”. En la política, en nombre de una causa o de
una ideología no se podrá justificar nunca ningún tipo de violencia; los
ejemplos que en la historia existen en contra de esta afirmación corroboran lo
ineficaz de la fuerza. Gandhi, decía: “La violencia es el miedo a los ideales de
los demás”. La política es un instrumento de entendimiento, donde pueden
construir los intereses confrontados.
El priismo descansa sus convicciones en la
“banalidad del mal” (Arendt, 2004), en el sentido banal
que adquiere el mal cuando no hay la capacidad y conciencia de valorar y tener juicios
racionales de las acciones propias y ajenas.