viernes, 8 de junio de 2012

El estilo priista

PARTE II de III
Estoy convencido que en el PRI no hay sentido de responsabilidad sino un objetivo: “mantenerse en el poder”, no haciéndose necesaria una “visión de Estado” en su toma de decisiones. Su buenos oficios políticos se circunscribe en imponerse en las elecciones, por eso ganó y gana procesos a pesar de muchas crisis económicas, ineficiencias, corrupciones, escándalos y falta de desarrollo y crecimientos; al costo altísimo de impedir el avance de la democracia y una economía nacional limitada.
El déficit generado en la administración de José López Portillo y Pacheco, fue incluso más grave que el de países en guerra, declaró Jesús Silva Herzog[1]; pero para la elección de 1982 ganó Miguel de la Madrid, gracias a una marco jurídico limitante del desarrollo democrático, el deterioro de la calidad de vida de los mexicanos, la manipulación de medios de comunicación y acudiendo a los viejos mecanismos de control corporativo y burocrático.
La derrota electoral del 2000, provocó el desmembramiento del PRI, retornando los estados al fenómeno del caciquismo. La historia de los procesos políticos están asociados a familias o grupos definidos. Abuelo, hijo y nieto políticos con un precoz ingreso a cargos públicos y fortunas “instantáneas”, son una constante ¿Capacidad o influyentísmo?
Hay una dualidad, que para algunos conviene no entender: la diferencia entre los gobiernos estatal y federal. El estado la víctima, la Federación la victimaría. Lo que no dicen los gobernadores priistas es que los últimos doce años les han asignado recursos real y porcentualmente como nunca antes en su historia financiera e inexplicablemente desde el punto de vista de la “Administración Estratégica” y la “Planeación del Desarrollo”, han optado por incrementar el endeudamiento en medio de escandalosos señalamientos de corrupción. Entre 2001 y 2009 las participaciones federales se han incrementado 334%[2] en promedio en las entidades federativas.
¿Por qué los recursos públicos no alcanzan? ¿Tolerar la pobreza como la base social para construir la permanencia de un estado de cacicazgos hegemónicos? ¿Gobernadores ricos y ciudadanos pobres? El desarrollo político de los estados indebidamente es “unipersonal” porque está delimita en torno a la voluntad de los gobernadores y por la capacidad de negociar con él.
¿Se puede entender la historia del Poder Judicial del Estado sin asociarla a la de los gobernadores en turno? La docilidad del Poder Judicial obedece a un entramado de intereses y amiguismo, entre el gobernador y su presidente en turno, sustentado en un precario marco jurídico que no será reformado porque su vigencia obedece a criterios de control y no democráticos, marginando principios plurales y participativos.
El Poder Legislativo, es parlamentariamente inoperante, no hay en la vida práctica división de poderes, sino intromisión. Los candidatos a diputados del PRI son propuestos/designados por el Gobernador, en su calidad de primer priista del estado ¿Quién de ellos tiene la libertad para cuestionar los gastos de las administraciones públicas estatales y municipales? No se escucha ninguna voz de censura o crítica, hacerlo es una deslealtad al “ser humano”, relegando la cohesión del Estado y privilegiando la del poderoso en turno y la del PRI. La obediencia ciega y sin crítica, es la “virtud” más preciada.
Los sistemas educativos en las entidades federativas, son controlados por la aristocracia sindical. Promueven la simulación intelectual propiciando la ignorancia, la ausencia del desarrollo del pensamiento crítico. Es un acto deliberado, para mantenerse en el poder. El modelo está sustentado en el conocimiento repetitivo y no en el desarrollo del pensamiento crítico. El sindicalismo es el freno de la calidad educativa, no impulsa la calidad intelectual del profesorado sino una intrincada gama de derechos traducidos en incrementos de cuotas sindicales. En nombre de la autonomía sindical, se fomenta la impunidad para el desvío de recursos.
Los sectores productivos, están corporativizados y controlados por medio de sistemas clientelares, con estrategias intimidatorias en épocas electorales. No hay gerencia pública sino administradores, que ejercen sus responsabilidades haciendo creer que son “favores”, los cuales se harán efectivos en épocas electorales. Los pagos a proveedores y contratistas, son selectivos y previo entendimiento económico personal o para el partidazo. Los sistemas de salud, son ineficientes; los de seguridad social historias de injusticias e historias inhumanas, carentes del más elemental sentido de caridad.
No obstante la verdad histórica de ineficiencias, autoritarismo y corrupción en las entidades federativas, lo desconcertante es –como Tabasco- el PRI sigue siendo una alternativa para el electorado. Antes, el presidencialismo jugaba un rol de freno o acicate ante los excesos, todo se podía pero sin poner en riesgo elecciones o afectar los intereses presidenciales; pero ahora esa figura se ha democratizado y es la correlación de fuerzas internas en cada entidad la que modera en el mejor de los casos. Lo cierto es que el excesivo poder de los gobernadores caciques desalienta las oposiciones dentro de su propio partido político. La regla básica sigue siendo la obediencia, dentro de los sistemas políticos locales.
No hay independencia o autonomía de las instituciones. La falta de una reforma política que contemple la reelección de legisladores federales y estatales, presidentes municipales y las segundas vuelta electoral, mantiene el control político en los estratos más altos de la clase política y la partidocracia.
El PRI es un factor de atraso y retroceso, no de transformación y progreso. Si esta realidad es la que impera en las entidades federativas y el país. ¿Por qué las personas votan por el PRI?

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