domingo, 10 de junio de 2012

El PRI: la banalidad del mal


Parte III de III

Después de la Segunda Guerra Mundial, lo aliados diseñaron un Tribunal Militar Internacional para juzgar a los jefes nazis, este juicio arrojó verdades políticas y psicológicas, al conocerse los crímenes contra la población civil por racismo o como consecuencia de la dominación de sus países. Este episodio es más conocido como los Juicios de Núremberg, contra 24 de los principales dirigentes nazis, sustentado en la Carta de Londres[1]. Unos 700 nazis aproximadamente fueron condenados a la muerte, prisión o cadena perpetua. Cuatro fueron las acusaciones crímenes contra la paz, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y conjura[2].
Lo sorprendente de este hecho es que ninguno mostró arrepentimiento, se escudaron en la obediencia o en la causa de defender al pueblo alemán de los judíos. Interrogando a Rudolf Höss, Comandante en Jefe del Campo de Concentración de Auschwitz, sobre cuántas personas habían sido ejecutadas, respondió: “el número exacto es difícil de determinarlo. Yo calculo que alrededor de dos millones y medio de judíos…yo recibía órdenes personales de Himmler…las razones que me daba….las tenía que aceptar…pensaba que estaba haciendo lo correcto, obedecía órdenes…” (Goldensohn, 2004). Fritz Sauckel, encargado del reclutamiento de la mano de obra extranjera en Alemania, repitió ante los reiterados cuestionamientos en torno al holocausto que solo era un funcionario que obedecía órdenes (Overy, 2003). Herman Göring, refiriéndose a la actitud de Hittler, dijo: “en el último año de la guerra; a sus ojos, una vida humana ya no tenía ningún valor”.
La obediencia deja de ser una virtud, cuando sus resultados exterminan la dignidad de la persona humana; no pudiendo justificarse con ella la falta responsabilidad individual en los resultados de un acto. Las causas políticas tienen límites, y es el respeto a la dignidad de la persona humana. Los autoritarismos y totalitarismos han tenido de origen o en su proceso un fuerte respaldo popular; porque son fenómenos sistémicos y estructurales. Los estados totalitarios, autoritarios o hegemónicos cumplen sus objetivos porque en ellos trabajan miles o millones de seres humanos (URSS-China).
El PRI como estado hegemónico y presidencialismo exacerbado despertó simpatías, tiene defensores muy satisfechos de su credo. ¿Por qué el PRI siendo un modelo de gobierno ineficaz y corrupto tiene adeptos? Un poco sustentado en los interrogatorios en el Tribunal Internacional Militar de Núremberg y revisado el Juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, desde la óptica de Hanna Arendt; hay que rescatar algunas el fenómeno de la “obediencia” como un elemento psicológico que motiva la voluntad de muchos votantes priistas.
¿Es factible que un ser humano común por obediencia puede ocasionar un mal a sus semejantes?,  ¿Hittler, Himmler, Göbblels, Eichmann y Rudolf Höss  son casos excepcionales o todos potencialmente por “obedecer” podemos llegar a inimaginables actos? Stanley Milgram, explica: “Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio. (…) durante el experimento se pidió a 40 expertos que predijeran la reacción de los sujetos, estimaron que la mayoría no pasaría de los 150 voltios, y que sólo uno de cada mil, el sádico, llegaría a los 450 voltios. En realidad dos tercios de los sujetos llegaron hasta el final”[3].
La obediencia es peligrosa, no fue el nazismo un caso de excepción, corroboran este hecho los regímenes totalitarios y autoritarios, que mantienen denigrada la condición humana de sus pueblos. Desee la opresión infringida por la burocracia al gobernante hasta el holocausto instrumentado en la obediencia, son la escala de un mismo fenómeno donde la “férrea autoridad se impone a los imperativos morales de los sujetos”.
La subcultura priistas tiene como uno de sus valores fundacionales y existenciales la obediencia al poderoso del momento. El presidencialismo con una excesiva concentración del poder jurídico, político y fáctico, funcionó por la obediencia de las camarillas y al Partido de Estado (PRI) se le atemperó su “vitalidad política” en nombre de la disciplina.
La sabiduría política popular en el PRI, tiene frases muy ilustrativas: “el que manda, ¡manda!, y si se equivoca vuelve a mandar”, “regla uno, el presidente siempre tiene la razón, regla dos en caso de duda se estará  a lo que diga el presidente”, “ver, oír y callar”, “lo lagartos no vuelan, -pero el presidente dijo que sí vuelan-, bueno es que vuelan bajito”  y muchas otras.
El voto priista tiene un perfil característico:
1.      No tienen conciencia aunque sí conocimiento del mal. La corrupción es tolerada, los asesinatos justificados, la impunidad promovida, el desvío de recursos ignorado, las crisis económicas son una fatalidad del destino y aceptan y defienden el modelo de ejercer en el poder. El priistas de todos los niveles descansa su preferencia en su confort inmediato.
2.      Me voy cuando sufre el mal (tránsfugas). Al salir del estado de confort y experimentar en sus propias existencias la injusticia del régimen, transitan del conocimiento a la conciencia. Todo se justifica mientras se está dentro del círculo de los beneficiados, pero la marginación hace reflexionar e incluso, se asimila como injusto. Hay que ser “disciplinado” al grado de la humillación, pero cuando se renuncia a este “regla” solo queda irse.
3.      Costumbre, consecuencia de un proceso de culturización. El PRI promueve al PRI, no hay objetividad de acción gubernamental sino una marcada manipulación diaria y cotidiana. El remedio es la superación intelectual, política y humana, y esto incrementa la posibilidad de abandonar al PRI.
4.      Permanencia por beneficios económicos directos como el empleo en la administración pública, proveedor, contratista de gobiernos de extracción priista.
5.      Amistad unilateral, en la cual el padrino o el poderoso del momento tiene muchos derechos y el integrante de camarilla o simpatizante las obligaciones, estableciendo una dependencia similar a las de súbditos deseos de la “gracia del rey”.
6.      Obediencia. En las burocracias es donde se acentúa esta preferencia por el PRI, asocian la transición con la pérdida de empleo o una caída en sus calidades de vida. El cambio genera temor, y se prefiere el costumbrismo.
7.      Por renuncia intelectual a la verdad, por conveniencia personal o cooptación. Es una autocensura, porque se evade u omiten reflexiones para no afectar al poderoso en turno.
8.      Por beneficios personales como un estatus social o vínculos económicos. La pertenencia a círculos sociales o económicos, asumidos como un estilo de vida.
9.      Por integrar la estructura burocrática sindical del estado hegemónico o de los caciques. El chantaje por obtener una plaza o por el ascenso, verdaderamente un prostitución de la lucha obrera. Líderes sindicales que se dan vida de magnates en contraposición a una clase trabajadora sometida al pago de cuotas, con precarios servicios de seguridad social, faltos de créditos para vivienda y mejores condiciones laborales.
10.  Influencia familiar, porque durante varias generaciones han militado en el PRI, obteniendo beneficios económicos y políticos, lo que se denomina “La Familia Revolucionaria”. Hasta la década de los 80 un estudio refería que era unas 250 familias en todo el país. Todos los partidos políticos padecen el empoderamiento de familias dentro de sus estructuras de control e influencia.
11.  Híbrido ideológico. La debilidad ideológica política es la fortaleza de la inclusión sin compromiso específico, el PRI ha mudado de ideología sexenalmente y en relación a la conducción de los gobiernos estatales prevalece el pragmatismo político.
12.  Muchos votantes no asimilan la estructura gobernante como sistema de inercias, confundiendo el cambio sexenal o de trienio, como un “cambio” de sistema, cuando en realidad es de un persona formada y empoderada por la tradición política que le da razón de ser a ese “sistema”.
Dejar de votar por el PRI o salirse de él, es una superación política y psicológica, es una maduración de intelecto. No quiero decir con esto que los otros partido no tengas amplios espacios donde pueden ser cuestionados, es un hecho que los tiene y además han cometido errores graves; pero la diferencia es que el PRI es un partido conservador de privilegios y su proceso histórico acredita acciones desleales a México como la deuda externa y en la actualidad ese “psicología” de ejercer el poder es la misma. El país cambió, pero el PRI no. Una parte del electorado cambio pero hay otra, que no quiere. En la media que el PRI vaya siendo derrotado en las entidades federativas y en la fuerza legislativa en el senado y la cámara de diputados, el país experimentará cambios sustanciales benéficos. El PRI se ha mantenido por la trampa (1988), el engaño (presidencialismo), la corrupción (Alemán, Durazo, Moreira, López Portillo), por la fuerza (Calles, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, De la Madrid).
La deuda externa, bastaría para nunca más volver a votar por PRI, porque en unos años –ni siquiera un sexenio- la irresponsable osadía de López Portillo, comprometió la economía del país durante generaciones. El endeudamiento es un icono o sello característicos de los gobiernos priistas.
¿En que nos tenemos que sustentar en los hechos de los priistas o en el sufrimiento del pueblo de México bajo sus regímenes? Montesquie, dijo: “Cualquier injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas la demás”.  En la política, en nombre de una causa o de una ideología no se podrá justificar nunca ningún tipo de violencia; los ejemplos que en la historia existen en contra de esta afirmación corroboran lo ineficaz de la fuerza. Gandhi, decía: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”. La política es un instrumento de entendimiento, donde pueden construir los intereses confrontados.
El priismo descansa sus convicciones en la “banalidad del mal” (Arendt, 2004), en el sentido banal que adquiere el mal cuando no hay la capacidad y conciencia de valorar y tener juicios racionales de las acciones propias y ajenas.

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